Bajo el seudónimo “Brutus”, se presenta un autor que ha vinculado la actividad artística a la expresión emocional y llega a la pintura desde una experiencia personal que es a la vez un choque vital, buscando una puerta de entrada hacia el equilibrio y la calma, frágil al principio, pero que se ha ido fortaleciendo a lo largo de los años. Esta fragilidad inicial se envuelve de una pintura en bruto, en gran tamaño y apariencia tosca, que explora los sentimientos de las cosas.La pintura ha sido y es el “estado de gracia” de Brutus; un estado donde ser es igual que sentir y la energía emocional se concentra, fluye y se libera. Allí se siente la soledad en íntima compañía, como una “vuelta a casa” que reconforta.

En esa búsqueda emocional que hace diez años le lleva a ponerse delante de un lienzo, Brutus se reencuentra con sus inquietudes de juventud en el País Vasco. A medida que realiza sus obras le salen al paso múltiples referentes vitales que son producto de su larga experiencia profesional, muy ligada al mundo de la edificación, pero también muy en contacto con la moda y el diseño… de ahí el gusto por los materiales, la obsesión por las texturas y por los procesos de fabricación y composición. Todos los recuerdos e influencias; todo lo que le rodea personal y profesionalmente… lo va incorporando y moldeando de forma autodidacta para conformar un estilo muy personal que se va enriqueciendo con el paso del tiempo.

En su trayectoria pictórica, la obra de Brutus evoluciona y madura. La energía emocional le va llevando cada vez más lejos de la tormenta. Desde las primeras obras, por y para la intimidad, esa energía se hace fuerte y se expande en una nueva etapa; ahora ser es también compartir lo vivido y mostrarlo con orgullo. En este nuevo matiz y esa nueva necesidad se encuentra el origen de que salgan a la luz sus cuadros, que únicamente conocían sus más allegados, al ser descubiertos por un experto en arte.